sábado, enero 06, 2007

Edith Piaf

Ya estamos en el barrio de Pigalle, en pleno Montmartre, en un hotelito muy bohemio y acogedor llamado “La vie en rose and edith Piaf””, justito al lado del Moulin Rouge. Yo no sabía nada sobre la vida de esta cantante parisina, pero el hotel es un homenage a ella y te ayuda a conocer su vida de una forma natural, tan natural, que yo, que soy una niña, creo que he conocido y conozco a Edith Piaf de toda la vida. Voy ascendiendo con papá las escaleras para llegar a nuestra habitación, mientras veo que todas las paredes están llenas de fotos de ella. Qué guapa que era, y qué mirada tan profunda y a la vez en el abismo. Los pasillos también la contienen, y la moqueta del suelo, y sobre el cielo del techo están en francés las letras de sus canciones. La dueña del hotelito nos acompaña, también se llama Edith, y yo no dejo de observar su rostro porque en realidad es igual que la señora que se muestra en todas las fotos que voy mirando. Será su hermana gemela?, o quizás una fotocopia de ella?, o quizás se ha hecho la cirugía estética para parecerse más y más a la Edith. Estoy muy confusa y se lo hago saber a papá muy disimuladamente al oído. Papá se ríe como siempre, y me dice; - No Cleo, esta señora no es ella, lo que ocurre es que a veces cuando admiramos mucho a alguien, acabamos pareciéndonos irremediablemente e inconscientemente a esa persona -. Edith, la dueña del hotel, nos ha mostrado la habitación muy amablemente, y ha desaparecido como un suspiro. Así me parece a mí la mujer francesa, un suspiro, eso es, como un suspiro que hace el aire cargado de perfume, o un suspiro de acordeón, de un bello acordeón del que caen las notas de la Via en Rose. Observo que la cama es de matrimonio, ¿ será que papá siempre viaja acompañado aunque mamá se pudra en el cacho de tierra de abajo?, jajajaja. Pues bien, sobre la gran cama hay un librito que cuenta la vida de esta mítica cantante. Lo coloco entre mis manos mientras me doy cuenta de que la música de fondo que se escucha y se extiende sobre la habitación es de ella, de Edith Piaf, la Piaf. Papá se va a hacer unos largos sobre la redonda bañera, Y comienzo a leer este librito.

Edith nació en Paris en la calle de Belleville, muy cerquita de aquí en Pigalle, bajo la luz de una farola en la madrugada del 19 de Diciembre de 1915. ¡ Qué frío, madre mía, y por qué nació en la calle, digo yo?. Atendida por un gendarme, quien la cubrió con su capa. ¿ Pero es que entonces no había comadronas?. Pero sus papás se separaron al poco tiempo, su papá era acróbata y contorsionista, y su mamá era una cantante italiana, a la que le gustaba mucho el morapio. Ya sabéis los problemas de este cacho de tierra, que la vida es a veces demasiado dura, para algunos..... más. Comenzó a vivir a cargo de su abuela paterna, una mujer árabe que regentaba un puticlub, y que curiosamente se había ganado el sustento como domadora de pulgas, un arte curioso y popular a principios del siglo XX. ¡¡ Ay va..... que way, ya el gran Sócrates estaba muy interesado en medir el salto de una pulga, aunque pienso yo, que cada pulga tiene su fuerza y capacidad diferente !. Su papá apenas ganaba unas monedas para llevarlas a casa.
Cuando Edith tuvo cuatro años, en la durísima posguerra parisina de 1919, una meningitis la dejó ciega, pero poco después recobró la vista, gracias, según explico su abuela, al devoto peregrinaje a la iglesia de Santa Teresita del niño Jesús, en Lisieux, que su abuelita hizo por ella. Fijaros qué casualidad, yo soy una apasionada de la vida de Santa Teresita de Lisieux y su caminito, y de la que quiero escribir una novela cuando me haga mayor, eso... cuando sea mayor, se lo he prometido a mi santita. Pues bien, ya a los diez años Edith comenzó a cantar por las calles de Paris, sólo cantaba la Marsellesa, porque no sabía otra canción, recogiendo las escasas monedas que le arrojaban. ¡ Realmente que bonito, qué bella mujer esta Piaf !!, siempre me ha apasionado todo aquel que comienza a realizar su arte sobre las calles de cualquier pueblo o ciudad. Tienes todo el público que por allí se pasea, y tú desprendes tu arte, aunque es cierto que a veces la gente ni mira al pasar, bastante tienen ya con sus problemas....... . Cuando Edith cumplió 15 años conoció a su hermanastra, hija legítima de su padre, Simone, y juntas, mientras Edith cantaba, Simone hacía malabarismos y recogía las monedas del pueblo. Dormían en las calles, guareciéndose como podían de la dura intemperie, y sin poder comer comida caliente un día sí, y otro también. Cuando Edith tuvo una niña con 16 años, le puso de nombre Cestelle. Cestelle murió con dos añitos apenas a causa de una meningitis, y llena de tristeza Edith se dio a la mala vida. Es decir peor vida todavía, pero ella siguió cantando sobre las calles para poder sobrevivir. Porque ella había nacido para cantar y ofrecer su canto a todo el universo. Y precisamente es en una de esas calles donde se tropezó con la suerte, ya que conoció a Louis Leplée, propietario del lujoso cabaret Gerny´s. Louis la escuchó cantar sobre la calle y quedó enamorado de la voz de la Piaf, esa voz entre rasgada, dulce y profunda. ¡ Qué vida tan interesante pienso para mi !. Pero la mala suerte perseguía a nuestra protagonista, y unos meses más tarde alguien asesinó a Louis. Edith lo pasó fatal, hasta que se recompuso y comenzó a trabajar disciplinadamente en sus canciones y fue capaz de volver a tener nuevos éxitos de la mano del letrista Raymond Asso, con el cual también comenzó amores. Películas, Teatros, giras por toda Europa y América, donde conoció a Marlene Dietrich, con la que comenzó una amistad que le duró toda la vida. Jo¡¡ a mí también me hubiera gustado conocer a Marlene, qué suerte !, aunque qué rara debió de ser !. Más tarde se dedicó a ayudar a muchísimos artistas noveles, como Yves Montand, Georges Moustaki, Eddie Constantien o Charles Aznavour, con los que mantenía apasionados romances hasta que se cansaba y los abandonaba. ¡ Jo que Tía, está si que se lo pasó bien !. Pero O la lá, le llego el gran amor de su vida, el boxeador Marcel Cerdan, se conocieron en 1946, Edith tenía entonces 31 años. Por lo menos conoció el amor, pienso yo. Los dos estaban muy enamorados, pero Marcel murió en un accidente de aviación a los tres años de relación. ¡¡¡¡¡ Me caguenlá, la profesión de papá, ya puede tener cuidao con el dichoso volante, echándolo hacia delante y hacia atrás, que a veces lo mueve demasiao, y no se confunda si despega o aterriza !!!.
Edith ya estaba perdida del todo, amantes, cada vez más jóvenes, nuevas relaciones infructuosas que no le aportaban la suficiente estabilidad, drogas, tranquilizantes y alcohol, la fueron manteniendo un poco en pie. Hasta que murió de esta vida tan intensa a la edad de 49 años.
Edith fue enterrada en el cementerio Pére Lachaise, muy muy cerquita de la calle donde nació, y según sus deseos junto con sus peluches, dos liebres y un leon, que fueron enterrados con ella, para que le acompañaran en el viaje hacia el más allá. Ya veis, que vida tan corta e intensa, tan difícil todo, tanto tornar, encontrando la felicidad a cachitos, para volver como tantos, como todos, al mismo sitio que hemos nacido, pero de otra forma. Pero yo, Cleo, estoy muy contenta de haberme leído este librito de este hotel dedicado a ella, a la vida de Edith Piaf, porque hizo mucho mientras vivió, y nos quedan y quedarán siempre para toda la eternidad sus bellas canciones. Un beso desde aquí Edith Piaf.
Vamos a estar toda esta semana en París, para conocerlo aprovechando que papá tiene unos días libres, y el domingo despegamos rumbo a África. Un beso de Cleo.

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