viernes, noviembre 21, 2008

El Amor es Callado


El amor
Es callado,
Latirá,
Silencio...
Escucha sólo a tu corazón...
Quizás no te des cuenta
Pero está siempre dentro de ti,
Aunque creas olvidarlo...

El amor
Es callado...
Recogí tus manos en mi pecho
Y del calor de tus manos
Crecieron de mis senos flores divinas
Que en tí se enredaron...
Uniéndonos tan frágilmente....
Tan dulcemente....

El amor
Es callado...
Acaricié tus pensamientos
Mientras tú
Acariciabas los míos...
Silencio...
Buceaba dentro de tu cuerpo,
Cuando sentí como toda tu figura
Era absorbida por mi corazón...

Caminando así hacia el placer del alma...
Se encontraron
tan sólo
y tanto,
Tu cuerpo y el mío....


Cleo

sábado, noviembre 01, 2008

AMOR CONDUSSE NOI AD UNA MORTE


Amar es una angustia, una pregunta,
una suspensa y luminosa duda;
es un querer saber todo lo tuyo
y a la vez un temor de al fin saberlo.

Amar es reconstruir, cuando te alejas,
tus pasos, tus silencios, tus palabras,
y pretender seguir tu pensamiento
cuando a mi lado, al fin inmóvil, callas.

Amar es una cólera secreta,
una helada y diabólica soberbia.

Amar es no dormir cuando en mi lecho
sueñas entre mis brazos que te ciñen,
y odiar el sueño en que, bajo tu frente,
acaso en otros brazos te abandonas.

Amar es escuchar sobre tu pecho,
hasta colmar la oreja codiciosa,
el rumor de tu sangre y la marea
de tu respiración acompasada.

Amar es absorber tu joven savia
y juntar nuestras bocas en un cauce
hasta que de la brisa de tu aliento
se impregnen para siempre mis entrañas.

Amar es una envidia verde y muda,
una sutil y lúcida avaricia.

Amar es provocar el dulce instante
en que tu piel busca mi piel despierta;
saciar a un tiempo la avidez nocturna
y morir otra vez la misma muerte
provisional, desgarradora, oscura.

Amar es una sed, la de la llaga
que arde sin consumirse ni cerrarse,
y el hambre de una boca atormentada
que pide más y más y no se sacia.

Amar es una insólita lujuria
y una gula voraz, siempre desierta.
Pero amar es también cerrar los ojos,
dejar que el sueño invada nuestro cuerpo
como un río de olvido y de tinieblas,
y navegar sin rumbo, a la deriva:
porque amar es, al fin, una indolencia.