sábado, marzo 31, 2007

A Ella......


A ella,
Que me dio
El sabor salado
De los mares.

Su mirada
Entonces
Dejó mi alma
Helada.

Pensé que ella
Era hija
De las rocas,
Yo era la mar
Sin olas
Y el viento
Me empujaba
Hacia su vientre.

Dejé de beber
Del cuenco salado
De sus manos,
Durante largo tiempo.

Oh alma,
A veces
Con cruel látigo
Me castigas,
Así son mis desaires,
Pero asumo mi carácter.

Volví
Después
A beber
Salada agua
De sus dedos.

Y sentí
Por fin
Mi cuerpo
Caer,
Dormir
Sobre
Tus salinas blancas
Y transparentes,
Queriéndote amar...
Así siempre....

Elisabeth de la B.

domingo, marzo 25, 2007

Del Amor y Del Mar...



El Amor es como el Mar...
Que viene
Y se va...

Todos somos agua...
Todo lo ocupa el agua...
Agua de mar...
Destinada
A su ciclo natural...


El amor es como el Mar...
Que viene
Y se va...


Los amores eternos...
Son de Tierra y de Luz...
De lluvia y de azahar...
Enraizándose a la Tierra...
Perfumándola....


Pero el amor fugaz
Es como el Mar...
Que viene
Y se va...


Disfruta de los amores fugaces...
Disfruta de tu cuerpo...
Pero toma el camino
Que lleva a Ítaca,
Hacia el amor eterno...


Elisabeth de la B.

sábado, marzo 24, 2007

Gracias Mamá.......

Ésta es mi mamá, María Pilar Sampietro. Mi mamí nació en 1.936, es una niña de la guerra. En esta foto tenía cuatro añitos, y como veis era una muñequita...... hoy en día sigue siendo una muñequita a sus setenta y un años, con sus grandes ojos del color del mar, sus ricitos rubios y fuertes, y esa misma mirada de niña, con la que observa todo lo que le rodea......

Hoy quiero hacerte un homenaje mamá......y darte las gracias por toda la riqueza y la belleza que me has ofrecido.....

Gracias mamá por haberme llevado 9 largos meses dentro de ti,
Por haber sentido en tu interior
Una primavera, Un otoño,
Y un trocito del invierno....
Gracias mamá por alimentarme....
Por calmar mi sed.....
Por abrigarme en el invierno....

Por llevarme en el seiscientos,
Cada día al colegio....
Por haberme dado
Una educación religiosa....
Ello me ha ayudado mucho
A sufrir menos mamá....
Por no encontrar la muñeca que esperaba
Debajo del árbol
En el día de reyes...
Y hallar,
Otra diferente....
Comenzaste a enseñarme
Que en la vida,
No se consigue todo lo que se pide o desea......

Gracias mamá
Por no enseñarme a ser desconfiada....
Preferiste que aprendiera
Con los tropiezos,
Con las caídas....
Y me hiciste feliz
Durante mucho tiempo
Por ello......

Gracias mamá.....
Por tantas comidas, desayunos y cenas....
Por tantos viajes juntas...
Por tantas experiencias....
Por tantas charlas, diálogos y comprensión...
En momentos muy buenos.....
Y en otros muy malos.....

Gracias mamá....
Por aguantar mis súbitos arrebatos de mal genio,
Sabes como nadie....
Que al final y muy pronto
Se pasan,
Y nadie como tú....
Sabe entenderme....
Quizás... si, quizás....porque estuve dentro de ti 9 meses.....
Y eso es un grado, mamá
Una licenciatura ....

Gracias mamá....
Por tu sabiduría....
Por tu bondad....
Por ser las dos tan diferentes
Y sin embargo complementarnos.....

Porque mis sueños
Siempre han sido tus sueños....
Porque a pesar de que sé que no crees en la gente....
- te fallaron amigas, que creías amigas..... -
- te falló el ser humano en tantas ocasiones.... -
Siempre has creído en mi como nadie....
Por todo y por tanto....
Gracias mamá.....
Sabes que yo siempre
Te amo.....y
Te he amado.....

Cleo


jueves, marzo 15, 2007

Ella entre su cuerpo....

Ella entre su cuerpo
contenía
un mundo,
todo un universo...

Veía yo
sobre sus manos
a las nubes cruzándose,
derramándose
en agua,
y aquellas nubes
en sus manos
formaban ríos,
que ella
meditando
los llevaba
hacia el mar...

Yo observaba
sobre su vientre,
atardeceres de fuego,
claros océanos
donde las olas
agitándose
se balanceaban.
Y el sonido del mar,
en su vientre
se escuchaba...

Yo encontraba
sobre las dunas
de sus pechos,
países desconocidos,
mares y horizontes
que me hablaban,
desiertos blancos
y celestes.
Camellos
caminando,
que en el lago
de sus manos
después
su sed calmaban...
Para entonces,
ella lanzaba
el agua de sus manos
hacia el mar,
mientras
unas nubes
se balanceaban

en sus pupilas...

Pero las olas,
los atardeceres de fuego,
crecían
y crecían
dentro de su vientre...
hasta hacerse infinitos...
Cuando yo besaba
con mis sedientos
labios
entre los pétalos
adormecidos
de su sexo...


Yo sentía
dentro de su sexo,
como el sol
en el atardecer
se sumergía
dentro del mar...
y cómo mis manos
se llenaban
de un dulce
sabor

a sal...

Después
en el amanecer,
el sol
inventaba
un nuevo día
entre sus manos...
su vientre...
sobre sus pechos...
sobre su infinito sexo...

Me contaron,
años más tarde,
que un día
llamó a su puerta el amor...
y vieron cómo
de sus manos
sin cesar se desprendían
estrellas...
que llegaban hasta el cielo,
para volver
de nuevo a sus manos...

Me contaron
que cuando hablaba,
sus palabras
eran
fuego...
y al llegar
al centro
de la tierra...
volvían
de nuevo a sus labios...

Me contaron....
que cuando el amor
llamó a su puerta...
el calor
en su sexo
era
una inmensa flor
que desprendía
constante
olor a jazmín...
que nunca....
nunca
cesaba......

Me dijeron....
que sus pechos
lanzaban
oasis
hacia los desiertos....
Que el amor
dentro de ella
y sobre todo el universo
palpitaba....

Me contaron...
Todo lo que ya sabía......

Sabía yo...
Que ella entre su cuerpo
contenía
un mundo...
todo un universo....

Veía yo
sobre sus manos......




Elisabeth de la Braguita

sábado, marzo 10, 2007

Mi Querida Simoneta

El viaje hacia New York es extenso y da tiempo y espacio para leer varias novelas. Ha caído sobre mis manos, una novela bajo el título, “Mi querida Simoneta”. Tengo que leer mucho, eso me dice Papá para llegar un día a escribir decentemente. La verdad, este relato me ha entretenido mucho, porque habla del amor entre dos seres, sean dos damitas o dos hombrecitos, qué más da, y os lo transcribo para que lo leáis. Se trata de la escritora en ciernes “Elisabeth de la Braguita”, nacida en una pequeña isla también llamada la isla de la Braga..... Fijaros si ha sido largo y extenso, infinito y dilatado este viaje a New York, que papá paradójicamente queriendo acortar el tiempo de llegada, ha dirigido su avión junto con Federico a otras coordenadas-espacio-tiempo, donde el tiempo transcurre mucho más lento. El viaje ha durado dos horas, pero cada hora en este espacio equivalen a cuatro años de vida en la tierra. Si sacáis cuentas, en dos horas he cumplido 8 años de un golpe, la confusión de papá me ha hecho más vieja, y por fin tengo 18 años con todo lo que ello implica en mi vida. Creo que mi vida a partir de ahora va a ser mucho más interesante, incensante y divertida. Y aquí os transcribo un párrafo de “My lovely Simoneta” By Elisabeth de la Braguita, natural de la isla de la Braga, o mejor dicho, “ Quítamela y déjate ya de chorradas.......”. La gente más interesante, queridas y queridos míos, no utiliza las susodichas, sólo las llevan para ir a trabajar...... Y aún trabajando, muchos y muchas se las quitan..... y digo muchos, porque los hombres queridas mías también llevan bragas, o tanguitas, o qué se yo...........porque el hombre se hizo braga ........ en esa incesante lucha por igualarnos. La verdad creo que lo están haciendo muy bien, y me uno a su incesante lucha, porque un hombre que hoy no es braga, ni me interesa a mí, ni le interesa a nadie en este alocado e interesante planeta.......donde gracias a todos los dioses, Mujer y Hombre se han encontrado por fin a si mismos, en el mismo punto de partida......donde todo lo importante se encuentra.

Mi querida Simoneta:

Recuerdas aquellos días en que nos conocimos en Ámsterdam, fue todo tan casual e inesperado. Yo viajé allí, para pasar una breve estancia y documentarme en el cultivo de los tulipanes en Holanda, no sé si recordarás que me apasionan los tulipanes. Y después de mi periplo por todos los pueblecitos donde los cultivaban y de estudiar este arte, decidí acudir a aquel hotelito, donde por cierto te conocí. Ya lo sé, han pasado muchos años, diez creo recordar. Pero la vida, oh la vida.... me ha llevado a escribirte de nuevo y saber de ti. Recuerdo que te acababas de casar, creías estar enamorada. Fue el simple acto de mirarnos pupila sobre pupila, y ya supimos las dos lo que al final iba a ocurrir. Qué noches aquellas tan bellas, Simoneta. Qué luz y que fuego conocieron mis manos sobre tu rostro y tu cuerpo. Tú, me dijiste que todavía no habías experimentado el sexo con ninguna mujer. Te conté que siempre me habían atraído las damas, desde muy joven. Y aunque lo negaste con tu voz, supe leer sobre tu rostro que siempre te habían gustado. Realmente, fuiste de esos amores que no suponen ningún tributo ni ningún exceso de energía. Coincidimos en el coqueto restaurante del hotel. Te sentaste casualmente sobre una mesa al lado de la mía, las dos estábamos solas. Otra casualidad del destino. Nada más verte, por tu belleza, imaginé que tardaría poco tiempo en aparecer tu pareja, siempre pensé, no sé por qué, que aparecería un hombre, pero aquel hombre no llegaba. Recuerdo, y me rió al pensarlo, que es cierto que te miré de forma acaso insinuante, pero tú me devolviste una mirada todavía más seductora que la que yo creí ofrecerte.

La cena con aquella música extrañamente francesa sobre el fondo, a mí, me resultó conmovedora. Tú no cesabas de controlar todos mis movimientos, y fue entonces al acabar el soufflé de melocotón, cuando decidí ir a tu mesa para invitarte a tomar un té con menta o un café, o lo que te apeteciera, en el saloncito del hotel. Enseguida aceptaste, a la vez que fijaste tu mirada sobre todo mi cuerpo, de arriba abajo, si, así lo hiciste. No te creas, acostumbrada como estaba a otros desaires, en cierto modo fue para mí un alto empleo en el arte de la seducción fácil, que por cierto, ya tenía algo olvidada. Mirabas sobre mis labios e intentabas adivinar como se tornarían mis pechos sobre la palma de tus manos, como temblarían de placer entre tus acarameladas caricias. Mirabas, si, mirabas inconscientemente sobre mi sexo, ya algo adormecido por los últimos avatares y acontecimientos que me habían ocurrido. Recordarás que te conté que súbitamente había fallecido la mujer que compartía mi vida, y por ello mi alma y mi sexo estaban muertos, sin vida, sin una pequeña lágrima de fluido vital. Pero no quise aquella noche embargarte con mi pena – todo esto te lo conté rápidamente en nuestra despedida -.

Yo te miraba, y me río al pensarlo, con deseo, si, es cierto, pero a la vez con cierta desconfianza, pensé – tengo delante de mí a un bomboncito que quiere y duele, que seguramente ni hace, ni se deja hacer -, pero me equivoqué.

Nos preparó una dulce marroquí dos tés con menta, recuerdo que la menta de tan abundante y de hojas naturales, casi se desbordaba de la taza. Te acuerdas de todas las antigüedades que había allí acumuladas. El calor natural de la chimenea, el crujir de la madera al pisarla. Era ciertamente un hotel encantador, “Maison des enfants”, creo recordar que era ese su nombre. Y cada habitación un mundo, que decoración tan bella. Claro que después nos enteramos que los propietarios, marido y mujer, eran decoradores. Estuvimos charlando hasta muy tarde, incluso pude disfrutar de tu buen italiano, cuando charlaste con aquel matrimonio que acudió al saloncito para tomar un té con menta antes de ir a dormir, y con los que acabamos haciendo varias excursiones por la ciudad. No los recuerdas, por cierto, todavía les felicito la Navidad, eran encantadores. Después cuando ya se hizo tarde y subíamos por las escaleras que daban a las habitaciones, tú debiste apearte en la segunda planta, ¿ Cuál es tu planta ?, me preguntaste, - la tercera – te contesté, y tú extrañamente subiste conmigo hasta la tercera. Bueno, ahora me río, no tan extrañamente, me habías hecho el amor ya con la mirada, y ahora nos quedaba todo el resto de la noche.

Al cerrar la puerta de mi habitación casi temblabas al abrazarme, me besaste tan torpemente y tan bellamente, vi, como incluso salía inocentemente una burbujita de tus labios, – esta mujer me gusta – pensé. Afortunadamente y realmente no sé por qué, maravillas del destino, elegí una habitación con cama de matrimonio, que dosel tan bonito la enmarañaba. Pensé que había sido una casualidad afortunada, algo preparado por mis amados Santos. Pasamos toda la noche abrazadas, enseguida entendiste la danza de mi cuerpo y del tuyo propio, como amar a una mujer. Yo no tenía nada que enseñarte, estaba claro que a pesar de estar compuesta y con marido, conocías muy bien el arte de amar a una mujer, incluso creo recordar que me sonrojé ante una cierta postura que me hiciste descubrir. Yo parecía un pato, mi cabeza erguida como una lanza de tanto placer, mis piernas que ya no me sostenían de tantas convulsiones, y esa forma tuya de humedecerte sobre mi sexo languideciendo de placer, como ninguna otra mujer antes lo edificó. Ciertamente creí que mi clítoris, y me sonrío, era el World Trade Center. Y nuestros cuerpos Simoneta llenos de agua, y aquellos nuestros abrazos que de tan intensos a ambas nos hacían emitir suspiros y gritos anestesiados y constantes. Recuerdo que aquella primera noche dormí acoplada a tu cuerpo, de una forma algo extraña para mí, en una primera noche quiero decirte. Tanto amor, tanto deseo, tanta química, tanto abrazo sin medida me dejaban un poco extrañada de mi misma. Pero las noches sucesivas, estuvimos juntas una semana, fueron igual de intensas, igual en excesos y extremos.

Qué belleza la de aquellos días junto a ti. Partimos juntas para España el mismo día, en el mismo vuelo, los mismos cafés y cigarrillos, y no cesabas de hablar de Mario, tú pareja, tú marido. Yo me mantuve silenciosa cada vez que lo nombrabas, pensaba dentro de mí – Mario, por qué no lo dejas y te vienes a vivir conmigo -, pero como ves preferí dejarte libre, que hicieras lo que quisieras, que si en un futuro llegaba ese día en que tú misma, por tu libertad, pensamiento y deseo, querías estar conmigo, así lo harías. Y como ves, han pasado diez años sin escribirte, sin llamarte, pero pensando en ti cada día, cada minuto, cada segundo, cada sol y cada luna. Quizás nadie de tu altura se ha cruzado en este tiempo en mi camino, y cada mujer me parece vulgar aunque no le sea. Pero es cierto que marcaste mi vida, mi pensamiento. Y como ves, me he decidido hoy a escribirte después de recibir tu carta, en la que según me relatas, me cuentas que has sufrido mucho en estos años, al lado de un hombre, Mario, al que le querías como a un amigo, al que le tenías y le tienes mucho cariño, pero con el cual no podías fundirte – como tú piensas, como tú eres – hacia el infinito, hacia tu infinito.

Y aunque ya han pasado diez años, me alegro de tu decisión de dejar de una vez tu doble vida, y digo doble vida porque al final en el avión, te sinceraste, y me contaste que mantenías una relación de encuentros sexuales con una amiga que te atraía. Quizás me lo contaste por justificarte no sé de qué........ Y decirte Simoneta, que yo sigo sola y que te sigo amando como aquel primer día que te conocí en “ Maison des enfants”, y que si alguien es mi pequeña enfant, esa eres tú, mi pequeña enfant terrible.

Te ama,

Violeta.


Pd. Por cierto, es una casualidad que tu carta llegara a mis manos, mi querida Simoneta, otro capricho del destino, ya que me cambié de domicilio, y a los señores a los que les vendí el piso, tienen un hijo que tiene la manía de romper todas las cartas que les llegan a sus padres – que les rompa las del banco, aún que te va – “ Paranoia infantil letril “, creo que la llaman así. Y ha sido un milagro que tu carta se salvara de sus manos, gracias a que aquel día, el dichoso niño estaba en su semana blanca de ski. Por poco no me entero nunca mi amor, de que me amas. Como ves otro capricho del destino......